Torbellino de sentimientos

A veces me pasa esto. Soy lagunero. Pasaron casi dos meses desde mi último post.

En el medio pasaron una Copa América, una visita a Argentina, una visita de mis suegros a Canadá, y muchos cambios personales y laborales. Es muy difícil tener pensamientos claros como para sentarme a escribir de un tópico particular. Pensé en escribir sobre la paternidad, sobre las reacciones de los argentinos respecto a haber perdido un torneo de fútbol, sobre nuestra inserción en la sociedad canadiense, y millones de temas mas. Por eso se me fue complicando mas y mas decidir sobre que escribir.

Opté por escribir sobre lo que produce en mí el tema de la paternidad, teniendo la familia lejos, integrándonos en una nueva sociedad, con distintas costumbres, culturas y sobre todo luego de haber estado en Argentina dos semanas y con mis suegros acá durante tres semanas mas.

Noah está en una de esas edades donde nos sorprende día a día. Nos enamoramos de sus juegos, sus sonrisas, sus aprendizajes. Nos derretimos cuando nos tira besos, nos abraza o nos busca para jugar. Está creciendo cada día mas rápido, mejorando en su motricidad, pateando pelotas, depositando pelotas en un aro de basket chiquito, trepando a toboganes, imitando cada uno de nuestros movimientos. A eso le podemos sumar las clases en Gymboree donde nos divertimos jugando y haciendo cualquier cosa menos lo que nos dice la maestra que hagamos, como buen hijo de sus padres que es. Al principio nos preocupábamos de que no hiciera lo que le decían como un perrito, pero luego vimos que sabe hacer todo eso y mas, solo que lo hace cuando quiere y tiene ganas de jugar haciendo esas cosas. Y mas felices nos sentimos viendo que no es un robotito programado, sino que aprende y decide.

Hace un mes estábamos en Argentina de visita, rodeados de familia y amigos. Particularmente no es que haya disfrutado el quilombo, ser manoseado sistemáticamente en el subte todas las mañanas, o que Sol vea a un tipo tocándose en un parque al lado de los juegos para chicos. Pero Noah estuvo rodeado de familia todos los días y pudimos disfrutar de esa sonrisa que le producen esos afectos que no se reemplazan. Cuando volvimos a Canadá, a los dos días vinieron mis suegros por 20 días, y tuvimos la suerte de pasar unos días hermosos donde Noah siguió rodeado de afecto pero esta vez en su casa, on sus juguetes para poder mostrarle a sus dos abuelos maternos su lugar.

Este domingo Noah se despertó y fue corriendo al living, donde cada mañana su abuelo estaba sentado con el iPad, mirando noticieros, trabajando o lo que fuera, solo para encontrar una silla vacía. El señalo y dijo "Abuelo", solo para lograr que su mamá y yo lloremos una vez mas al darnos cuenta de esa parte dura que todos describen del desarraigo pero que no todos conocen.

No me malentiendan, ni por medio segundo nos arrepentimos de estar acá. Pero hay momentos donde se vive a flor de piel ese intercambio que elegimos. Renunciamos a mucho a cambio de poder darlo tanto otro mas a nuestro hijo, y obviamente también para nosotros. Pero son esos momentos particulares los que hacen que te duela el corazón un poquito y uno maldice porque hubiese deseado que toda nuestra familia fuese originaria de aquí. Porque el entorno no lo cambio por nada del mundo, pero los afectos están tan lejos.

Tenemos la suerte que en estos 5 meses ya hemos conocido muy buena gente, con la que compartimos muchos momentos y de a poco se van convirtiendo en tus confidentes, tu apoyo. Y cuando decimos que la familia no se reemplaza con nadie no es por menospreciar esos nuevos afectos, sino porque efectivamente cada afecto es distinto, y no son reemplazables o intercambiables.

Dentro de poco tiempo vendrán mis papás y Noah tendrá algo de familia en la casa por unos días nuevamente, y paseará, y será mimado. Uno es el que mas sufre porque no hay Facetime que reemplace los besos o caricias de un abuelo. Él sé que lo sufrirá menos porque ya crecerá así. Pero es tan lindo verlo disfrutar al menos unos días de aquellos que nosotros disfrutamos de chicos. Y es tan duro como padre saber que es uno el que toma las decisiones y a él no le queda otra que acomodarse.

La paternidad me generó desde hace 15 meses un sinfín de sentimientos. Y estos, a 5 meses de habernos ido, pero ya con un hijo que registra mucho mas, que juega con otros, que dice palabras como Papá, Mamá, Abuelo, Karen (su prima), etc, son quizás de los mas duros que tuve que vivir. Luego lo veo caminar por la calle sin que un auto siquiera se acerque, o que juegue en la plaza, o que corra libremente por el jardín todos los días, y vuelvo a convencerme que tomamos las decisiones correctas. Pagamos un precio muy alto, pero definitivamente lo que paga esta apuesta lo vale.

Espero haber compensado un poco esta falta de claridad estos dos meses con un relato del corazón, o al menos haber podido dar una idea de por qué me cuesta tanto escribir estos días.



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