The Ambassador
Cada vez que pienso que estoy acá, me acuerdo del primer mail que me escribiera mi amigo Lean cuando se fue a vivir a Londres. Recuerdo las anécdotas sobre las bolsas de basura y tantas otras cosas, pero por sobre todo, el título que se auto otorgó: the ambassador.
Esta vez me toca ser a mí uno de los tantos embajadores argentinos que hay acá, en las gélidas tierras del norte, o Winterpeg como le dicen socarronamente los mismos canadians (sobre todo los de otras ciudades). Y no es casualidad, ya comenzó la primavera y hoy fue un día de térmica de -7, con una ciudad repleta de nieve. Aún así, por la falta de humedad, salí con un jean y un buzo, cosa que en Buenos Aires no hago con un día de 2 o 3 grados sobre 0.
No quiero caer en eso de "escoba nueva barre bien", porque no reniego de todo lo que soy como argentino, ni creo que todo en Canadá funciona perfecto. Los tiempos son otros, hay gente buena y gente no tan buena, hay burocracia. Sin embargo, en estas dos semanas creo que me han saludado mas personas que no me conocen que las que me han saludado en los últimos 10 años en Argentina. Solo por el hecho de cruzármelos en un ascensor, en un supermercado, en la calle o en un club. La gente muy amablemente te saluda. Es mas, aquellos que se enteran que somos "newcomers" (nuevos inmigrantes), suelen meter en la conversación que mantienen con uno, un cordial "welcome to Canadá". No tienen una idea lo hermoso que es sentirse bienvenido en una sociedad. Uno no se siente que diera lo mismo estar acá o no.
Se extraña? Muchísimo. Pero la tecnología acorta distancias. Se siente la diferencia con lo que uno está acostumbrado? Claro que sí, desde el primer momento, en lo bueno y en lo malo. Se siente el frío? Si, obvio, pero sigo insistiendo: prefiero morirme de frío y ponerme una campera que morirme de un tiro en la cabeza.
Aún así, creo que una de las cosas que mas cuesta es lo laboral. Porque sigo teniendo mis emprendimientos allá, y si bien uno es un poco hipócrita al decir que apuesto al desarrollo de Argentina mientras vivo en el exterior, la realidad es que uno mira con dolor algunas cosas que pasan allá y porque sobre todo mis afectos se encuentran en mi país, y en mi corazón (y mi ciudadanía) Argentina siempre será mi patria, aunque mi residencia esté en otro lugar. Entonces siempre voy a desear lo mejor y seguiré apostando a hacer cosas allá. Pero si no hacía la experiencia de trabajar y vivir en el exterior sabía que me arrepentiría por siempre.
Podría seguir enumerando las diferencias entre ambos países, y seguramente seguiré contando las bondades de este país que tiene la amabilidad de cobijarme a mi y a mi familia. Pero uno debe saber que siempre el lugar físico es circunstancial, y lo importante es donde uno tenga la cabeza y el corazón, aunque sea repartido por distintos puntos del globo.
The Ambassador
Esta vez me toca ser a mí uno de los tantos embajadores argentinos que hay acá, en las gélidas tierras del norte, o Winterpeg como le dicen socarronamente los mismos canadians (sobre todo los de otras ciudades). Y no es casualidad, ya comenzó la primavera y hoy fue un día de térmica de -7, con una ciudad repleta de nieve. Aún así, por la falta de humedad, salí con un jean y un buzo, cosa que en Buenos Aires no hago con un día de 2 o 3 grados sobre 0.
No quiero caer en eso de "escoba nueva barre bien", porque no reniego de todo lo que soy como argentino, ni creo que todo en Canadá funciona perfecto. Los tiempos son otros, hay gente buena y gente no tan buena, hay burocracia. Sin embargo, en estas dos semanas creo que me han saludado mas personas que no me conocen que las que me han saludado en los últimos 10 años en Argentina. Solo por el hecho de cruzármelos en un ascensor, en un supermercado, en la calle o en un club. La gente muy amablemente te saluda. Es mas, aquellos que se enteran que somos "newcomers" (nuevos inmigrantes), suelen meter en la conversación que mantienen con uno, un cordial "welcome to Canadá". No tienen una idea lo hermoso que es sentirse bienvenido en una sociedad. Uno no se siente que diera lo mismo estar acá o no.
Se extraña? Muchísimo. Pero la tecnología acorta distancias. Se siente la diferencia con lo que uno está acostumbrado? Claro que sí, desde el primer momento, en lo bueno y en lo malo. Se siente el frío? Si, obvio, pero sigo insistiendo: prefiero morirme de frío y ponerme una campera que morirme de un tiro en la cabeza.
Aún así, creo que una de las cosas que mas cuesta es lo laboral. Porque sigo teniendo mis emprendimientos allá, y si bien uno es un poco hipócrita al decir que apuesto al desarrollo de Argentina mientras vivo en el exterior, la realidad es que uno mira con dolor algunas cosas que pasan allá y porque sobre todo mis afectos se encuentran en mi país, y en mi corazón (y mi ciudadanía) Argentina siempre será mi patria, aunque mi residencia esté en otro lugar. Entonces siempre voy a desear lo mejor y seguiré apostando a hacer cosas allá. Pero si no hacía la experiencia de trabajar y vivir en el exterior sabía que me arrepentiría por siempre.
Podría seguir enumerando las diferencias entre ambos países, y seguramente seguiré contando las bondades de este país que tiene la amabilidad de cobijarme a mi y a mi familia. Pero uno debe saber que siempre el lugar físico es circunstancial, y lo importante es donde uno tenga la cabeza y el corazón, aunque sea repartido por distintos puntos del globo.
The Ambassador
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