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Hace un año me encontraba en la sala de partos del Sanatorio de Los Arcos, con Sol ya haciendo su parte, y yo con todos los miedos típicos de convertirme en padre, mas que nada por las dudas sobre si iba a hacerlo correctamente, si iba a poder mantenerlo como soñaba hacerlo, y por todos los cambios que eso conlleva.
A las 10,32am hora de Buenos Aires mi vida cambió para siempre. Y partir de allí fue todo una vorágine de incertidumbre, cambios y cosas nuevas. Nació Noah y empezamos a dormir poco y mal, y comenzamos a aprender sobre sus necesidades, sus juegos, sus aprendizajes, sus miedos. Vivimos sus primeros 10 meses rodeados de familia, para luego emprender la aventura de nuestras vidas, emigrando hacia lo que el colectivo argentino piensa que es un témpano de hielo donde vivimos en un iglú, Canadá.
Llevamos acá casi dos meses, donde no dejamos de asombrarnos de las diferencias, algunas chocantes, el 99%, positivas. Ya he mencionado como la gente nos saluda, pero el respeto al prójimo y el involucrarse para ayudar al otro van mas allá de lo que pueden imaginarse. Y lo mejor es saber que a pesar de la distancia con los afectos, le estoy dando a mi hijo oportunidades que quizás yo no tuve de chico (sabiendo también que le quito otras).
Hoy cumple un año nuestro gordo. Aquel con quien amo salir a caminar todos los días, con quien voy a los juegos de la plaza aunque recién esté dando sus primeros pasos, el que lee en su propio idioma, el amante de los cucharones y espátulas, quien sonríe ante una sonrisa de sus padres y que ama ver a su familia por Skype o Facetime.
Hoy pasamos este primer año repleto de cambios, y por suerte acompañados por un hermoso integrante mas de nuestra familia que cada día nos enseña algo nuevo sobre él y sobre nosotros, y que no deja poner en práctica mi capacidad de asombro. Fue él quien me enseño mas sobre mi mismo estos 12 meses, y quien me enseño una nueva valoración por los afectos.
Sé que tengo que sentarme a escribir un poco mas sobre la vida canadiense, pero es difícil obviar el cumpleaños de mi hijo, quien fue parte y motivación para estos cambios.
A las 10,32am hora de Buenos Aires mi vida cambió para siempre. Y partir de allí fue todo una vorágine de incertidumbre, cambios y cosas nuevas. Nació Noah y empezamos a dormir poco y mal, y comenzamos a aprender sobre sus necesidades, sus juegos, sus aprendizajes, sus miedos. Vivimos sus primeros 10 meses rodeados de familia, para luego emprender la aventura de nuestras vidas, emigrando hacia lo que el colectivo argentino piensa que es un témpano de hielo donde vivimos en un iglú, Canadá.
Llevamos acá casi dos meses, donde no dejamos de asombrarnos de las diferencias, algunas chocantes, el 99%, positivas. Ya he mencionado como la gente nos saluda, pero el respeto al prójimo y el involucrarse para ayudar al otro van mas allá de lo que pueden imaginarse. Y lo mejor es saber que a pesar de la distancia con los afectos, le estoy dando a mi hijo oportunidades que quizás yo no tuve de chico (sabiendo también que le quito otras).
Hoy cumple un año nuestro gordo. Aquel con quien amo salir a caminar todos los días, con quien voy a los juegos de la plaza aunque recién esté dando sus primeros pasos, el que lee en su propio idioma, el amante de los cucharones y espátulas, quien sonríe ante una sonrisa de sus padres y que ama ver a su familia por Skype o Facetime.
Hoy pasamos este primer año repleto de cambios, y por suerte acompañados por un hermoso integrante mas de nuestra familia que cada día nos enseña algo nuevo sobre él y sobre nosotros, y que no deja poner en práctica mi capacidad de asombro. Fue él quien me enseño mas sobre mi mismo estos 12 meses, y quien me enseño una nueva valoración por los afectos.
Sé que tengo que sentarme a escribir un poco mas sobre la vida canadiense, pero es difícil obviar el cumpleaños de mi hijo, quien fue parte y motivación para estos cambios.
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